martes, 10 de noviembre de 2009

Fábulas


El perro que suelta la presa

(Fábula de La Fontaine)

En cierta ocasión un perro cruzaba un río.

Desde el puente, miró hacia abajo y en el agua vio reflejado el carnoso hueso que llevaba apretado entre sus propios dientes.
Sin pensarlo, soltó la presa que tenía y se lanzó al agua para apoderarse del hueso que vio en el agua.
A duras penas pudo salir, por poco termina ahogado ya que la corriente lo arrastró y se llevó con ella el hueso que tenía seguro entre sus dientes y nunca encontró la imagen que quiso rescatar.

MORALEJA: No hay que despreciar lo seguro por aquello que es ilusión.



El jardinero y su amo

(Tomás de Iriarte)

Había una vez un joven jardinero que estaba a cargo de un gran jardín con una hermosa fuente de peces, toda rodeada de árboles y flores.
El muchacho estaba tan preocupado de que las flores crecieran sanas y bellas que, sin darse cuenta, se olvidó de cuidar de los peces de la fuente.
Entonces, el dueño de casa lo llamó y le dijo:
— Aunque me gustan las flores, también quiero a mis peces. Por favor no los descuides.
Y, como el jardinero era una persona muy diligente, puso el mayor de los cuidados en los peces y en su fuente. Pero se afanó tanto en esta tarea que muy luego descuidó las flores.
Entonces, el dueño de casa lo volvió a llamar y lo reprendió de nuevo:
— Amigo mío, para que yo pueda considerarte un buen jardinero debes cuidar tanto de mis flores como de mis peces. Apréndelo bien.
Y al joven jardinero nunca más se le olvidó.

¿Qué enseñanza podemos sacar de esta fábula?
Cuando perfecciones una obra o te dediques con pasión a ella, preocúpate de que no sea a costa de descuidar o aruinar otra.


Un oso entre dos amigos

(Féliz María de Samaniego)

Había una vez dos pequeños amigos que paseaban tranquilamente por la espesa arboleda de un bosque, cuando de pronto apareció ante ellos un enorme oso que los asustó mucho.
El animal avanzó de modo decidido hacia los niños y entonces uno de ellos corrió y se subió rápidamente a un árbol, sin pensar siquiera si su amigo necesitaba ayuda.
El otro, aterrorizado, se dejó caer en el suelo y, fingiéndose muerto, contuvo la respiración dejando que el oso lo olfateara.
Como el oso lo creyó muerto (y, según se cuenta, a los osos no les gusta alimentarse de cadáveres), se alejó pacíficamente sin hacerle daño.
Entonces el niño del árbol bajó a abrazar a su amigo y le dijo:
— Me pareció que el oso te decía algo al oído. ¿Qué fue?
— Así es, contestó el otro. Me ha revelado un valioso secreto y es éste:

No confíes en aquellos amigos que cuando te ven en dificultades te abandonan.



El sol y las ranas

(Fábula de La Fontaine)

Muy asustadas, las ranas de una pequeña laguna se reunieron en consejo.
Les habían informado que, desde ese día en adelante, el Sol calentaría a la Tierra sólo durante seis meses en el año. El resto de los meses serían de oscuridad y frío.
–¿Qué podremos hacer? –se quejaban amargamente. Se secarán las lagunas, los charcos y los ríos. No podremos disfrutar de nuestra actual y placentera vida; desaparecerán los insectos que nos alimentan. No es justo; debemos protestar.
En eso estaban, cuando desde lo alto, una voz les preguntó:
–¿Están protestando porque su propio bienestar terminará?
–Sí –respondieron a coro todas las ranas.
–¿Sólo por ustedes protestan..., para su bienestar desean que el Sol siga alumbrando y calentando la Tierra durante todo el año?
–¿Y tendríamos que desearlo por alguien más? –preguntaron, a su vez, sorprendidas, las ranas.

Moraleja: Cuando estamos en problemas, somos tan egoístas que sólo pensamos en nosotros mismos y nos olvidamos del prójimo.


La rana y la gallina

(Tomás de Iriarte)

Desde su charco una parlera rana oyó cacarear a una gallina.

–Vaya –le dijo–, no creyera, hermana, que fueras tan incómoda vecina. Y con toda esa bulla, ¿qué hay de nuevo?
–Nada, sino anunciar que pongo un huevo.
–¿Un huevo solo? ¡Y alborotas tanto!
–Un huevo solo; sí, señora mía. ¿Te espantas de eso cuando yo no me espanto de oírte como graznas noche y día? Yo, porque sirvo de algo, lo publico; tú, rana, que de nada sirves, calla el pico.

MORALEJA: Si tienes que alardear por algo, que sea por algo útil.

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