lunes, 3 de mayo de 2010

No se vive de casualidades

La angustia y el temor que producen tener que enfrentarse a ciertas realidades poco agradables, han hecho que los seres humanos, desde mi punto de vista, comparen la vida con un juego de azar: nada está relacionado con nada, todo es una simple casualidad, donde algunos salen ganando y otros perdiendo. Y así, apostamos cada mañana por nuestra suerte y lloramos por las noches cuando la fortuna no nos ha favorecido. Es por lo que a los propios defectos de falta de voluntad, indiferencia y cobardía, se añade la disculpa fácil de un "mundo malo y cruel", contra el que el hombre nada puede hacer. El resultado aparece claramente en que por ejemplo, si vivimos en un desorden cósmico, donde los acontecimientos siguen la única ley de la casualidad, ¿para qué preocuparse por algo? Lo que se reducen entonces a simples "cábalas" necesarias para rasguñar alguna parte de la suerte que la vida distribuye caprichosamente. Y ante los fracasos, jamás hay responsabilidad personal: la vida cruel y la casualidad son los culpables de la situación, y la conciencia humana se enquista más y más en la disculpa de la impotencia ante el destino.

Es por lo que propongo que cambiemos el concepto de casualidad por el de causalidad, mucho más certero y comprobable en la naturaleza entera. Causas y efectos que iría relacionando los hechos de modo que la existencia sería una larga cadena, donde cada eslabón tiene su sentido propio y de unión, tanto con el eslabón que le precede como con el que le sigue. No hay hechos casuales. Todo viene de algo y se dirige hacia alguna parte. La ciencia, inteligentemente, busca el "por qué" de los fenómenos que nos rodean. Hay explicaciones para el día y la noche, para las distintas estaciones del año, para la germinación de una semilla, para la gestación de la vida física... Pero cuando se topa con el misterio, cuando faltan las explicaciones, y cuando es pobre nuestra comprensión, se prefiere la muletilla de la casualidad, antes que conceder la presencia latente de una ley causal que aún debemos desentrañar.

Cada uno de nuestros actos tiene una razón. Cada gesto, cada sonrisa, cada lágrima, cada impulso de valor, cada sensación de fuerza interior, cada sentimiento de compasión y amor, vienen de semillas de una misma naturaleza. Y cada uno de nuestros actos, también genera un efecto que será igualmente de la misma naturaleza, en lógica concordia. El Amor viene del Amor y genera Amor; el odio viene del odio y genera odio.

Sin casualidades, y con causalidades, somos responsables de nuestros propios destinos. Y tras el ideal de todos, de tener un mundo mejor cada día, debemos asumir el compromiso de que como seres humanos, concientes y capaces de construirse día a día, somos responsables de nuestro propio destino, que nuestras acciones tiene consecuencias sean buenas o malas las que tarde o temprano nos repercuten y que nada pasa por que si, todo tiene una razón de ser, aunque a veces no la descubramos o averigüemos en el momento.

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